Son muchas las personas con las que tratamos cada día que acuden a consulta buscando ayuda para poder tratar su cuerpo y poder afrontar la infertilidad pero observamos que muchas no atienden a los problemas emocionales que se están desencadenando. Estos pacientes, normalizan o minimizan el impacto o la importancia de los mismos. A menudo, cuando les aconsejamos que atiendan o acudan a tratamiento para estudiar el estado emocional, estas personas les restan importancia o lo justifican asumiendo “que a la mayoría también les sucede”, “que es algo normal”, “no se puede controlar” o que “siempre han sido así y que no se puede cambiar”.

Sin embargo, la realidad es otra. Se puede atravesar esta situación equilibrando esta carga emocional y se puede experimentar desde la aceptación y la calma y nos conviene entender que esto también es posible, pero hay que trabajar para conseguirlo. Si justificamos el sufrimiento nunca podremos erradicarlo.

 

“El dolor es natural pero el sufrimiento es opcional”.

 

Son muchos los estudios que han intentado explicar la influencia de la psicología y el papel que juegan las emociones en la infertilidad y han sustentado una relación causal entre conflictos psicológicos tempranos o estrés y la presencia de infertilidad en la vida adulta. Dicha relación es un tema controvertido que se ha abordado de múltiples maneras.
Desde finales de los ochenta hasta el presente se han publicado numerosos estudios centrados en el enfoque del estrés y manejo del mismo, a la condición de infertilidad. Se ha observado que siendo la infertilidad un evento, en general adverso y estresante, algunas personas pueden afrontar más adecuadamente los sentimientos que se producen mientras que para otras puede ser una experiencia devastadora y desencadena trastornos
emocionales o aislamiento social.

Estudios recientes de Domar y colaboradores demuestran el efecto positivo de intervenciones psicológicas grupales en el logro de embarazo en mujeres con infertilidad de entre 12 y 24 meses de duración y ausencia de depresión moderada o severa. La explicación tiene que ver con la capacidad de las personas para introducir cambios en sus estilos de afrontamiento del estrés que ha desencadenado la infertilidad como consecuencia del apoyo
emocional y de nuevos aprendizajes. Se debe incorporar como parte del tratamiento de la infertilidad programas de apoyo psicológico para las parejas que sufren esta condición.

Un tratamiento integral de un problema reproductivo debe también cuidar la esfera de las creencias y las emociones.
En algunos artículos, ya en los años 50 y 60, se afirmaba que el 40% de los problemas de infertilidad eran atribuibles a causas psicológicas. En la revista Fertility and Sterility aparecieron artículos que relacionaban la infertilidad femenina con conflictos tempranos de la relación madre-hija. Experimentar rechazo materno en etapas tempranas producía hostilidad asociada a la idea de maternidad y un rechazo inconsciente del embarazo.

Otros estudios analizaban la infertilidad como un cuadro psicosomático. Benedeck hablaba de “infertilidad funcional” siendo la dificultad para gestar un hijo una “defensa somática contra el estrés del embarazo y la maternidad”. Además, la ambivalencia ante la maternidad (coexistencia de deseos positivos y temor o culpa) es una experiencia generalizada en la mujer occidental,generando conflicto, de manera que los sentimientos negativos
primarían sobre los positivos y éste es difícilmente tolerado a nivel consciente por el sujeto, por tanto, se reprime como una defensa psicológica. Se desarrollan respuestas indirectas tales como la infertilidad, que se acompaña de un deseo frenético y ansioso de concebir. De estos estudios deriva el concepto de “infertilidad psicógena”, que se refiere al rol causal de la psicopatología en la infertilidad.

La ovulación y la menstruación son reguladas por la secreción hormonal, es lógico que se vean afectadas por nuestros estados emocionales. En situación de tensión extrema muchas mujeres no ovulan y dejan de menstruar, este problema se denomina “amenorrea hipotalámica”. La doctora Sara L. Berga en el Magee Women´s Hospital de Pittsburgh, llegó a la conclusión de que la tensión emocional es uno de los principales factores que generan una reducción de la secreción hipotalámica de la hormona liberadora de gonadotrofina, reduciendo la secreción pituitaria de HL y HFE, lo que conduce a una estimulación ovárica insuficiente como para concretar la menstruación. Es importante atender a los miedos o conflictos emocionales y establecer la relación entre esta situación y lo que esté ocurriendo en su vida.

Según la Dra. Berga “El problema de amenorrea hipotalámica funcional es que las mujeres que la padecen no son conscientes de que viven de forma estresante. Suelen ser personas perfeccionistas en su trabajo y cuyo estilo de vida no incluye una nutrición adecuada”. A la larga afecta a la fertilidad de las mujeres, pero también incide en la pérdida de masa ósea y en las funciones cerebrales. Al ser sometidas a técnicas de fertilización los resultados pueden ser contraproducentes e incluso podría verse afectado el feto. Con terapia conductiva y control de la alimentación estas
mujeres pueden recuperar el ciclo menstrual regular.

Asimismo, es importante tener en cuenta que el estado emocional de la madre antes, durante y después del embarazo puede afectar al hijo.

 

“Nuestras emociones pueden atravesar la barrera protectora de la placenta para acariciar también a nuestro hijo”.

 

No se suele tener en cuenta que el mundo emocional de la madre afecta al desarrollo
del feto.  La doctora Vivette Glover, especialista en Psicobiología Perinatal del Imperial College London, descubrió en un estudio con 14.000 mujeres embarazadas, que las madres que sufrían un nivel alto de estrés tenían el doble de riesgo de que sus hijos fueran diagnosticados como hiperactivos. Al estar estresadas los niveles elevados de la hormona CRH atraviesan la placenta y afectan al feto poniéndolo en estado de “alerta”.

 

CONSEJOS TERAPÉUTICOS

– Evaluar y desbloquear los conflictos emocionales asociados a la maternidad o traumas de la infancia.
– Ampliar/modificar las creencias o ideas asociadas al concepto de maternidad o paternidad.
– Identificar, expresar y gestionar las emociones asociadas a cada fase del proceso de tratamiento.
– Identificar y modificar los pensamientos negativos en relación a la situación.
– Aumentar la sensación de control sobre las emociones.

 

Referencias:
– Domínguez V. Rosario. Revista Médica de la Clínica Las Condes. Psicología e Infertilidad. 2012: Vol. 13 Nº 1.
– Ruberstein BB: Emotional factors in Infertility: A psychosomatic approach Fertil Steril. 1951; 2: 80-6.
– Marsch EM. Possible Psychogenic aspects of infertility Fertil Steril. 1951; 2: 70-9.
– Benedeck T. Infertility as a psychosomatic defense. Fertil Steril. 1952: 527-41.
– Christie Gl. Some sociocultural and psychological aspect of infertility Hum Reprod 1998; 13(1): 232- 41.
– Domar A, Clapp D, Slawsby EA, Dusek J. Kessel B & Freizinger M. Impact of group psychological interventions on pregnancy rates in infertile women. Fertil Steril 2000; 73:805-11.
– Niravi B. Payne y Brenda Lane Richardson. Mente Sana, embarazo seguro. 1998