¿Te sorprende el título del artículo? ¿Te preguntas que cómo es posible que el egoísmo sea positivo y sano? Es normal que se produzca este conflicto, hemos aprendido que toda forma de egoísmo es negativa y censurable. Nuestra sociedad castiga a todo aquel que muestra una conducta egoísta, se censura a alguien que prioriza sus deseos o necesidades antes que los de los demás.

Reflexionemos: En realidad, ¿es más egoísta el que mira por sí mismo o el que te pide que mires por él, aún sin importar lo que sientas? ¿Tan censurable es que uno piense en sí mismo? Para ser buenas personas tenemos que velar antes por los sentimientos de los otros que por los nuestros ¿esto es justo? ¿Tiene algún sentido? Si eres una persona religiosa, ¿en la Biblia no se predica que quieras a tu prójimo tanto como a ti mismo? ¿No sería más razonable respetarnos a nosotros mismos, en primer lugar, procurando respetar a los demás?

Asociamos egoísmo al hecho de anteponer los propios intereses, necesidades y deseos a los de los demás; aún por encima del bien común. Esto ha sido considerado desde siempre como un pecado, causa de conflictos y sufrimiento. Pocos se sienten orgullosos de admitir públicamente cualquier tendencia egoísta, pues la educación formal y religiosa nos insta a ayudar al otro, a desarrollar solidaridad, empatía y sentido de sacrificio. Sin embargo, para poder cargar el peso de otros, es preciso aprender a cargar primero nuestro propio peso. Y, ¿Cómo ayudamos a otros si no sabemos encargarnos de nosotros mismos? Nunca hablamos del egoísmo positivo.

El egoísmo positivo o constructivo es aquel que obtiene resultados para uno mismo sin producir perjuicio a las personas o entornos que se interponen en su camino. Redunda en un beneficio no sólo individual sino colectivo.

El egoísmo negativo o destructivo es una ambición moralmente perniciosa, pues parte de una rutina que conduce al éxito, en la cual sólo la persona más beneficiada es uno mismo perjudicando a otros

Que una persona piense en resolver sus problemas antes que los de otros, que atienda a su salud en primer lugar, que dé prioridad a sus necesidades y que quiera obtener de la vida lo mejor, no tiene nada de reprochable.
Aquél que sólo piensa en sí mismo, evidentemente no es una persona sana ni evolucionada en su mundo emocional. El egoísmo narcisista es propio de la primera infancia y, en la adultez, es el indicio de un trastorno. Pero una extrema disposición a entregarlo todo sin reservas, tampoco en algo sano. Es preciso encontrar un balance exacto.

La mayoría de las personas viven completamente bajo el capricho de los demás. Les mueve la culpa, la búsqueda de amor y aceptación incondicional. ¿Has pensado en lo agotador que es intentar complacer a todo el mundo todo el tiempo cuando todos desean cosas diferentes? Es imposible.

Aunque es positiva la imagen de una persona abnegada y entregada por entero a los demás, puede ser otalmente negativo para ella y para quienes la rodean. Es importante plantearse que el “egoísmo sano” es necesario, pues “el yo” también necesita reconocimiento.

¿Comprendes la importancia de no prestar atención a todo lo que piensan, dicen y hacen los otros? Cuando aprendes a dejar de escuchar sus comentarios negativos, cuando aprendes a amarte, es cuando eres libre. Aceptarse y amarse a uno mismo es lo que permite amar a los demás.

El “Egoísmo positivo” está relacionado con la autoestima, es el respeto hacia uno mismo, la capacidad de participar en diversos contextos sociales, sin perder nuestra identidad. Aprender que lo mejor es ser absolutamente fiel a uno mismo. No pensar y actuar como otros desearían que lo hicieras, no buscar la aprobación de terceros.

El egoísmo, bien entendido, puede salvarnos de dejar que los demás decidan por nosotros lo que por derecho nos pertenece. Pensar en ti mismo significa que sabes quién eres y lo que necesitas para ser feliz. Recuerda que el egoísmo se transforma en virtud cuando uno es consciente de pensar en su bienestar primero para, después, poder estar bien con los demás.

No se trata de convertirnos en personas frías y crueles. Te invito a pensar en ti primero, porque la única manera de ayudar realmente a alguien es cuando nosotros estamos fuertes. Y creo que los demás también se merecen ver lo mejor de nosotros, si somos felices, inevitablemente contagiaremos esa energía a los otros, estaremos tan complacidos con nuestra vida que esa sabiduría fácilmente podrá ser trasmitida a los demás.