Durante mucho tiempo me he preguntado qué es la vida, si no un cúmulo de emociones. La vida no tiene sentido sin emociones, ¿qué es el amor, la felicidad?… algo por lo que cada día luchamos por conseguir. Son nuestra brújula. Cuando conseguimos sentir estas emociones nos encontramos en equilibrio con la vida. ¿Pero qué ocurre si se tambalean? Si anhelamos o vemos en peligro este equilibrio aparece la ansiedad, la hostilidad, la depresión, emociones negativas que nos hacen sentir desestabilizados en la vida. Estas últimas emociones son las que no nos impulsan, nos frenan en el camino de la vida. Conocer más acerca de las emociones saludables y dañinas nos ayudará a sobrellevar y enfrentar situaciones que la vida nos va presentando.

Existen personas felices que llevan una vida armoniosa y que tienen la creencia de que la vida es generosa, han conocido el fracaso y la decepción, pero hay algo que les permite sortear mejor los obstáculos. En muchas ocasiones, nos encontramos con historias en las que se superan enfermedades muy graves a pesar de que la medicina no apostaba por ello y, en innumerables ocasiones se responsabiliza de éste resultado al mantenimiento de una ACTITUD POSITIVA, o al hecho de que estas personas traten de fomentar emociones positivas en su vida. Ante estos hechos no es difícil preguntarse… ¿pueden las emociones positivas y negativas afectar al cuerpo?… No es raro, por el contrario, encontrarnos con personas sumidas en la pena, el odio, el victimismo, el estrés, la depresión, la ira y que se caracterizan por ser personas enfermizas.

Cada vez están adquiriendo más auge áreas de la psicología y la medicina encargadas del estudio de las enfermedades psicosomáticas, por ejemplo la llamada “Nueva Medicina”. Estudian la relación entre la mente y el cuerpo, relacionan emociones y salud. “La nueva medicina” incluso realiza mapas corporales donde relacionan el conflicto psicológico con el órgano que se ve afectado al desarrollar la enfermedad. La cuestión ahora es ¿es el cuerpo el espejo de la mente?…

Está comprobado científicamente que es un hecho real que las emociones que experimentamos provocan cambios en nuestro organismo. Existen aspectos psicofisiológicos que acompañan a las emociones (taquicardias, sudoración, aumento de la tensión muscular…). En la última década y gracias al trabajo realizado por diferentes disciplinas como la Medicina Psicosomática y la Psicología de la Salud etc., se han recopilado una gran cantidad de datos que explican la relación entre los factores psicológicos, la salud y enfermedades físicas.
Los datos científicos demuestran el fuerte vínculo existente entre emociones y salud y afirman que la relación es más fuerte cuando se trata de emociones negativas, éstas afectan más al cuerpo que las positivas. Por esta razón es más importante cultivar las emociones positivas cuanto antes que seguir manteniendo las negativas por más tiempo. Estos estudios indican que las personas más propensas a padecer una enfermedades, por ejemplo cardiovasculares, digestivas, cáncer y problemas del sistema inmunológico, son las que no tienen paciencia, las coléricas, las melancólicas, las negativas y ansiosas, hostiles y depresivas.

Los factores psicológicos, cognitivos, emocionales y motivacionales, propios de cada persona de acuerdo con su historia personal, su ambiente sociocultural, influyen de manera decisiva tanto en su proceso de enfermarse como en la prevención de la enfermedad y el mantenimiento de la salud. Esto nos obliga a preguntarnos ¿realmente el cuerpo es la memorización y expresión de las experiencias vitales de las personas? Si somos conscientes de que podemos provocar voluntariamente emociones negativas y estas afectan al cuerpo, ¿por qué no vamos a poder mejorar nuestro estado físico o enfermedades si voluntariamente provocamos emociones positivas en nosotros mismos? Posiblemente baste con desbloquear nuestras experiencias traumáticas…